El ramo más difícil que nos enseñan en ingeniería comercial es
microeconomía 2. Es lo que separa a los ingenieros de los estudiantes, digamos.
En estadística las fórmulas son más largas y complicadas, pero es
procedimental, no necesitas entender lo que estás haciendo, en cambio en micro
estás obligado a ser capaz de explicar TODO en gráfico, en formula o
verbalmente, y tiene que funcionar en las tres dimensiones y en forma
independiente. Es una de las pocas cosas en la vida que no solo te hacen
memorizar, sino que miden si entendiste de verdad y que puedas aplicar y
explicar todo lo aprendido después. Si te acuerdas del algebra de Baldor, la
microeconomía de Mankiw es peor y seguramente ha gatillado un par de suicidios.
Micro es letra que entra con sangre y el sádico de mi profesor era, visto en el
recuerdo, un hombre bueno que quería lo mejor para nosotros y para nuestro
futuro, y si eso significaba hacerte jugarte la carrera en un examen que es
objetivamente más difícil que manejar una empresa en quiebra en la vida real
por la diferencia en el tiempo disponible para encontrar las mismas respuestas,
él estaba dispuesto a hacerlo y a tratar de no disfrutarlo cuando fallabas, y
si a veces se reía igual, eso no hace menos cierto que de verdad estaba
tratando de buena fe de no hacerlo, pero más que eso la micro es el tipo de
cosa que justifica un poco de trauma por el bien superior de hacer que nunca se
te olvide en tu puta vida, porque de verdad es importante (Las empresas se
demoran semanas a meses en quebrar, los exámenes no duraban dos horas, y en la
vida real no pierdes si tienes razón pero el grafico está malo).
Ingeniería comercial tiene ramos interesantes. Dos. Tenemos
una ciencia que estudia la conducta humana racional y la toma de decisiones
ante la escasez de recursos, se llama microeconomía. Tenemos un arte que estudia
y maneja la conducta humana irracional, se llama marketing. Y tenemos otros
ramos que son relleno en comparación. El que de verdad entiende Micro y
Marketing debiera poder hacerse rico en casi cualquier sociedad. No es
conocimiento frívolo, y resulta significativo ver lo poco explicada o aplicada
que aparece la micro en los medios o en las políticas de izquierda. Hay una
disciplina, macroeconomía, que existe en alguna medida para dar un lenguaje que
haga técnica la toma de determinadas decisiones para quitarle a la ciudadanía su
capacidad de influir en ellas, dándole ese poder en cambio a economistas
tecnócratas. Un manejo correcto de los conocimientos de microeconomía por parte
de un actor de izquierda puede permitirle romper ese lenguaje y explicarle a la
gente cuando y como se la están cagando. Un manejo de marketing correcto podría
quitarle a la tecnocracia la capacidad de convertir jerga en autoridad
permanentemente. Pero quizás me estoy adelantando.
Habíamos quedado en la ley del 80/20. La microeconomía nos
enseña que a grandes rasgos hay dos sabores de empresas, “monopolios” y “empresas
en competencia perfecta”, y lo que te pone en uno o en el otro lado del
espectro es la capacidad de poner el precio de lo que produces. Hay una serie
de características teóricas de uno u otro tipo de empresa, pero voy a tratar de
reducir el discurso a ejemplos prácticos.
Los restaurantes tienden a estar en competencia perfecta. Luego
sus precios son parecidos, sus productos son equivalentes, y se aglomeran en
ciertos sectores de las ciudades, uno al lado del otro, todos vendiéndole el
mismo sándwich al mismo precio al mismo grupo de personas. Cada vez que alguno
encuentra algo distinto y atractivo para ofrecerle a los clientes todos sus
competidores lo van a haber copiado al día siguiente y lo van a ofrecer al
mismo precio. Mientras exista suficiente demanda, suficientes clientes, esto
puede funcionar. Cuando la oferta supera la demanda los restaurantes quiebran y
cierran (Digamos que hay una pandemia y las clases de las universidades se
posponen un año, sin importar cuan innovadores sean y cuanto gasten los
restaurantes cercanos a las universidades van a quebrar).
El metro de Santiago es un monopolio. La gente que usa el
sistema Transantiago se ve obligada a sufrir frecuentes alzas de pasajes sin
tener lo opción de usar otro medio de transporte para ir a trabajar y, como el
sistema es caro y malo, no pueden evitar sentir un creciente resentimiento
contra la empresa que ha llegado a la violencia. Y ni siquiera eso hace que la
calidad del servicio suba o su precio baje, y el número de clientes no baja
porque no tienen como acceder a un servicio alternativo.
El 20% de la población que tiene el 80% de los recursos
económicos son los dueños de los monopolios y sus administrativos. El 80% de la
población que se divide el resto de los recursos son los dueños y los
trabajadores de las empresas competitivas y los trabajadores de bajo nivel de
los monopolios. Todos lo extra que el 80% de la población logra producir con
sus esfuerzos es consumido por los aumentos de precio de los monopolios del 20%
restante. Y ese es el motivo por el que pese a que el trabajo individual es
cada vez más eficiente y productivo los trabajadores no reciben una compensación
económica mayor en el tiempo. La productividad se la llevan los monopolios. Si
estás en una empresa competitiva y llegas a ganar plata, tu plan a largo plazo
tiene que ser poner el dinero en un monopolio o convertir la empresa en un
monopolio o vas a perder el dinero a largo plazo.
Hay monopolios legítimos, empresas que se vuelven la única opción
dando un buen producto y sin cagarse a nadie. Son los menos, pero existen.
Si llegan las turbulencias del ciclo económico, las empresas
competidoras quiebran mientras que los monopolios resisten y consolidan su
posición comprando a los competidores quebrados a precio de huevo.
El libro que mejor explica las diferencias de mentalidad
asociadas a ambas formas de empresa es Peter Thiel en el libro “De Cero a Uno”
que no puedo dejar de recomendarles leer. El tipo es un fundamentalista de
derecha y no necesita ganar todavía más plata así que no recomiendo pagar por
el libro, pero todos debieran leerlo, es bastante bueno. Dice que la mentira de
las empresas competitivas es que son monopolios y que la mentira de los
monopolios es que son empresas competitivas. Tratemos de usar la idea.
Un restaurante que vende sushi y wantanes y queda al lado de
una susheria y de un restaurante de comida china puede decir que es el único
restaurante de cocina fusión sino-japonesa porque suena más razonable que decir
que venden las mismas cosas que ven vender al resto. Eso es estar en
competencia perfecta.
Las AFP fingen competir entre sí para atraerse a los cotizantes,
pero en realidad el producto que ofrecen es homogéneo y el sistema ofrece tan
poco beneficio tangible a los cotizantes por la forma en que está diseñado y
regulado que gastar tiempo buscando la AFP óptima para tus cotizaciones es
perder tiempo. Son un monopolio, nadie cotizaría si no estuvieran obligados.
Esto será tema de una columna futura.
La mentira de los políticos de izquierda es que dicen que
están todos unidos cuando en realidad están divididos. Esto viene de que su
situación es análoga a la de una empresa perfectamente competitiva. Cuando hay
una situación crítica, tienden a dividirse.
La mentira de los políticos de derecha es que son diferentes,
heterogéneos y que representan opiniones divergentes cuando en realidad son
todos iguales y buscan lo mismo. Esto se debe a que su situación es análoga a
la de un monopolio. Cuando hay una situación crítica tienden a unirse y hacer
un frente común.
EL EFECTO DEL SISTEMA. -
Imaginémonos la democracia ideal para Chile. Si la población está naturalmente dividida en tres tercios ideológicos lo razonable es formar un sistema parlamentario donde los tres tercios estén debidamente representados para la toma de decisiones y donde haya mecanismos democráticos que aseguren que la representación efectiva como plebiscitos en asuntos donde no haya acuerdo o tener la posibilidad de disolver el parlamento y llamar a nuevas elecciones si hay un fraccionamiento inmanejable.
Lo que hace el sistema chileno real es reducir los tres
tercios a dos, donde uno tiene derecho a gobernar y vetar y el otro solo a
vetar. El presidente y su coalición fijan la agenda, la oposición como un todo
puede vetarla, pero no fijarla. Y necesariamente la mitad de la oposición va a
sentir que no está bien representada por su propio sector. Entonces la política
se reduce a un dialogo con dos partes donde la derecha solía tener ventaja por
mecanismos antidemocráticos dentro de la misma constitución mientras que ahora
solo la tienen porque manejan muchos más recursos económicos.
La idea del sistema es que las masas están mal representadas
en favor de los ricos, pero el sistema mantiene un nivel de represión y control
lo bastante alto como para prevenir tanto que se organicen mejor políticamente como
para impedir que haya una revuelta callejera e intentos de revolución. Y el sistema
tiene tanta presión que podemos tener estallidos de violencia callejera masiva
contra lo que se perciba como sus mecanismos represores de forma espontánea,
sin contenido ideológico. Hay gente en el metro por ejemplo a la que le han
robado tanto tiempo que pueden tener un ataque psicótico simultaneo y ponerse a
reventar las estaciones todos juntos, cientos de miles de personas, sin
planearlo previamente y sin poder explicarlo después.
¿En qué materias puede haber acuerdos entre ambas partes? La
derecha busca reducir el estado a sus mecanismos represores, la izquierda busca
expandir el estado sin tener contenidos específicos, luego la única cosa en que
van a lograr acuerdos es en aumentar continuamente el tamaño y alcance de los
mecanismos represores. Más policía, más militares, más jueces, más sapos, más
cárceles y así sustantivamente hasta llegar a un estado policial. El sistema de
Estados Unidos tiene la misma dinámica subyacente y su efecto son variantes de
los mismos problemas de represión desatada que tenemos en Chile por parte de la
policía, con el agravante de estar eternamente haciendo la guerra contra otros países
que no son una amenaza en ningún caso para ellos.
LA MENTIRA FUNDAMENTAL. –
La mentira que fundamenta todo el sistema es que las
empresas son una cosa, cuando las empresas son dos cosas, empresas competitivas
y monopolios, y que hay que tener una sola política sobre cómo tratar a las
empresas cuando lo lógico por parte del estado es combatir los monopolios abusivos
y promover las empresas competitivas si lo que quiere es beneficiar a los
ciudadanos. Esta mentira está aceptada tácitamente por la derecha y los medios.
Hay un lenguaje especifico desarrollado para promover toma de decisiones en
beneficio de los monopolios y a costa de las personas y es desplegado incluso
por sus opositores.
Hay industrias donde existe competencia real, como los
productos electrónicos, que pierden su valor rápidamente a medida que salen
otros aparatos que hacen lo mismo y son más baratos y mejores. Si usted gasta dinero
en esto obtiene un producto multifuncional con un valor exponencialmente más
alto que tecnologías aun recientes. Si usted tiene un smartphone, por ejemplo,
usted tiene en sus manos un dispositivo de telecomunicaciones con más capacidad
y alcance que el que hubiera tenido el estado o un canal de televisión 50 años
atrás. Si usted pudiera mandar un smartphone a esa época que de alguna manera
funcionara, podría venderlo por el valor de un país. La distribución de estas
tecnologías extranjeras puede haberse monopolizado en nuestro país, pero en
ellas puede verse el reflejo de lo que ha sido el progreso técnico y científico
de nuestro tiempo expresado en competencia verdadera. El trato que se da a los
trabajadores en estas industrias también expresa hasta qué punto se busca
competir, y debe regularse con inteligencia.
Hay industrias donde no existe competencia real, como la
educación superior, que ha subido de precio constantemente pese a que en
nuestra constitución está prohibido lucrar con ella y que el progreso que hemos
tenido debiera llevar a que su precio bajara, y en cambio ha subido porque son
un monopolio. Si usted saca el título de abogado en la actualidad su valor ha
disminuido mucho en comparación al valor del mismo título 50 años atrás, porque
en esa época había muchos menos abogados pese a que el precio de los estudios
ha subido.
Luego tienes tres perspectivas válidas para ver los
problemas, la de las empresas competitivas, la de los monopolios y la de los
trabajadores. A los trabajadores los medios no les dan cámara, pese a que el
trabajo en los mismos medios de comunicación es cada vez más precario. Las
empresas competitivas necesitan beneficios, los monopolios (desde la perspectiva
de la ciudadanía) necesitan ser regulados y controlan los medios de
comunicación. Luego ellos les dan cámara a las empresas competitivas para
avanzar su agenda y tratan de quedar lo más afuera de la pantalla que sea posible.
El discurso de la derecha de un tiempo a la fecha es sobre
un constructo, un personaje llamado “el emprendedor”, una virtud hechiza
llamada “el emprendimiento”. Las entrevistas en la tele las dan los
“representantes de organizaciones de apoyo a los emprendedores” que son en
términos prácticos ejecutivos de bancos que venden préstamos a personas que
quieran ser empresarios. Empresario significa tipo que se dedica a explotar una
empresa. Emprendedor significa que tu empresa está en periodo de formación y
crecimiento. O en español, que eres tu propio jefe, pero estás endeudado.
¿Es bueno ser empresario? Si no te estás cagando a nadie,
por supuesto. ¿Está mal ser rico? Si no te estás cagando a nadie, no. ¿Es
preocupante que la palabra empresario genere tanto rechazo espontaneo que hayan
tenido que inventar una palabra nueva para convencerte de endeudarte para ser
un empresario? Bastante, creo. La economía chilena se caracteriza por ser la
minería del cobre, la producción maderera y algunos monopolios de extracción de
materias primas para el extranjero. No es favorable para experimentos de escala
baja, para pequeñas empresas que producen para sus vecinos, aunque en ellas esté
la mayoría de los empleos del país. La forma en la que puede arreglarse eso es invirtiendo
en educar a la población y lo que se ha hecho en vez de eso es cargarle a todos
los que quieran educarse una mochila de deuda que hace imposible que surjan
económicamente a menos que acaben trabajando en un monopolio o que hayan nacido
ricos. No es el tipo de cosa que se pueda arreglar con que te den un préstamo blando
para producir mermelada casera, pero si lo hacen la gente de los medios de
derecha van a asegurarse de que salgas en la televisión sonriendo para no tener
que hablar de cuantos tipos como tú se fallan y quedan endeudados constantemente
produciendo lo mismo. O de que los monopolios son una cosa que existe.
¿Cómo se destruyen o se superan los monopolios? Este será el
tema de la próxima columna.